Aun cuando las percepciones de la creciente desigualdad socavan los cimientos de la democracia, los datos sobre las tendencias de riqueza e ingresos siguen siendo lamentablemente inadecuados. A todas las sociedades les interesa desarrollar un conjunto de indicadores y métodos internacionalmente reconocidos para rastrear los ingresos, la riqueza y las tasas impositivas efectivas de manera precisa y transparente.
PARÍS - Vivimos en la Edad Media de las estadísticas de desigualdad. Más de una década después de la "Gran Recesión", los gobiernos aún no pueden seguir con precisión la evolución de los ingresos y la riqueza. Las agencias de estadísticas producen estadísticas de crecimiento del ingreso para la población en general (cuentas nacionales), pero no para la "clase media", la "clase trabajadora", o el 1% y el 0.1% más ricos. En un momento en que Google, Facebook, Visa, Mastercard y otras corporaciones multinacionales conocen detalles íntimos sobre nuestra vida privada, los gobiernos aún no capturan, y mucho menos publican, las estadísticas más básicas sobre la distribución de ingresos y riqueza.
Este fracaso tiene enormes costos para la sociedad. La percepción de que las desigualdades están alcanzando alturas injustificables en muchos países, combinadas con la falta de cualquier opción informada posible para los votantes, es forraje para los demagogos y los críticos de la democracia.
Para empeorar las cosas, a veces se describe a los expertos en el campo de la desigualdad como demasiado dependientes de enfoques metodológicos específicos, como se ilustra en la reciente historia de portada de The Economist, "Ilusiones de desigualdad". Pero, por supuesto, los datos en las ciencias sociales son por su propia naturaleza. naturaleza abierta al desafío, lo que hace que los debates metodológicos sean en gran medida inevitables. La pregunta es dónde trazar la línea entre el desacuerdo académico legítimo sobre los niveles y tendencias de desigualdad y el negacionismo directo de la desigualdad.
Si la desigualdad es aceptable o no, y si se debe hacer algo al respecto o no, es una cuestión de elección colectiva. Para ayudar a informar el debate, más de 100 investigadores de todo el mundo se han unido para desarrollar métodos innovadores para compilar estadísticas de desigualdad a través de la Base de datos de desigualdad mundial, que ahora cubre más de 100 países. El WID incluye la gama más amplia posible de fuentes de datos disponibles, desde encuestas de hogares, datos de administración tributaria, cuentas nacionales y clasificaciones de riqueza publicadas en los medios, hasta los "Documentos de Panamá", a través de los cuales el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación expuso existencias de riqueza escondida en varios paraísos fiscales.
La metodología de WID está configurada de tal manera que permite reproducir y debatir los resultados, al tiempo que contribuye a la expansión y mejora de los datos disponibles. Cuando se aplica consistentemente a varias regiones y países, aparecen patrones divergentes, con una desigualdad que aumenta en algunos países y se estanca o disminuye en (unos pocos) otros. Y el WID es solo una de las múltiples instituciones, incluido el Centro de Datos Transnacionales de LIS, el Instituto del Compromiso con la Equidad, el Banco Mundial y la OCDE, que ahora trabaja fructíferamente para mejorar nuestra comprensión de estos temas.
Pero el progreso en la medición de la desigualdad se ha visto obstaculizado por los recientes desarrollos de políticas, que creen en las narrativas sobre una mayor transparencia. Muchas economías avanzadas han reducido el número de auditorías fiscales realizadas cada año, lo que dificulta el acceso y el análisis de esta fuente clave de información. Del mismo modo, a medida que se han eliminado gradualmente los impuestos progresivos sobre los ingresos de capital, y se han derogado los impuestos sobre la riqueza y la herencia, han desaparecido algunas de las fuentes de datos más básicas sobre la desigualdad de la riqueza.
Debido a la falta de datos fiscales y administrativos de alta calidad sobre ingresos de capital y riqueza, muchos observadores recurrirán a otras fuentes, como las clasificaciones multimillonarias publicadas por varias revistas. Pero si bien estas fuentes pueden proporcionar información valiosa, no cumplen con los estándares de rigor metodológico y claridad conceptual en los que debe basarse una conversación pública informada.
Por estas razones, los investigadores, los medios de comunicación y las organizaciones de la sociedad civil deben involucrarse más. Es fundamental que desarrollemos un conjunto de indicadores y métodos reconocidos internacionalmente para rastrear los ingresos y la riqueza. Las agencias estadísticas del gobierno deberían publicar los niveles de ingresos y riqueza del 1%, 0.1% y 0.001% superiores, así como los impuestos efectivos pagados por estos grupos.
Con ese fin, un hito particularmente importante vendrá con una revisión, prevista en los próximos tres años, del Sistema de Cuentas Nacionales de las Naciones Unidas. (Actualmente estamos trabajando con las oficinas nacionales de estadística, la OCDE y la ONU en este esfuerzo). Las estadísticas del PIB nacieron originalmente del obstinado compromiso de los investigadores de proporcionar evidencia de los ingresos nacionales durante la Gran Depresión. Sería una pena esperar al centenario del PIB, u otra recesión, para elaborar estadísticas de crecimiento distributivo.
Todas las sociedades deben comenzar a involucrarse más en la producción y difusión de información económica transparente. Hacemos un llamado a todas las partes interesadas de la sociedad civil, los medios de comunicación, los gobiernos y la comunidad académica para que se unan al esfuerzo de llevar los datos de desigualdad al siglo XXI.
Thomas Piketty es profesor de economía en la Escuela de Economía de París y codirector de la base de datos de desigualdad mundial. Su último libro es Capital and Ideology.
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