Cómo el Tratado de 1912 selló un acuerdo entre España y Francia que transformó el Magreb y reconfiguró el colonialismo europeo
El 27 de noviembre de 1912, España y Francia firmaron un tratado que repartió Marruecos en zonas de influencia bajo un sistema de protectorado, perpetuando tensiones coloniales y resistencias internas. Este acuerdo fue el inicio de un control extranjero disfrazado de protección, con consecuencias que repercutieron hasta la independencia del país en 1956.
El reparto de Marruecos: imperialismo y falsas promesas
El Tratado Hispano-Francés firmado el 27 de noviembre de 1912 fue un hito en el reparto colonial del norte de África. Si bien las potencias europeas ya habían intervenido en Marruecos durante décadas, este acuerdo formalizó un esquema de dominio extranjero que cimentó las tensiones en la región. España recibió zonas en el norte y sur de Marruecos bajo el protectorado español, mientras que Francia, con mayor capacidad económica y militar, se aseguró el control del resto del territorio. La firma de este tratado, realizada meses después del Tratado de Fez, culminó un proceso iniciado en la Conferencia de Algeciras de 1906, donde Europa acordó evitar la expansión alemana en el norte de África bajo el pretexto de garantizar "la estabilidad regional".
Este protectorado tenía como pretexto proteger al sultán marroquí de sus opositores internos. Sin embargo, en la práctica, implicó un despojo de la soberanía marroquí y una explotación económica de sus recursos, como los yacimientos de hierro del Monte Uixan, concedidos a empresas españolas. Además, estableció un sistema de gobierno indirecto en el que el sultán firmaba decretos preparados por los residentes generales franceses, quienes ostentaban el verdadero poder.
La resistencia local: el Rif y la lucha por la independencia
Lejos de garantizar estabilidad, el sistema de protectorado despertó un rechazo masivo entre la población marroquí. Las tribus del Rif, lideradas más tarde por Abd el-Krim, se opusieron al control colonial, argumentando que el sultán no tenía autoridad legítima sobre sus territorios. Esta resistencia culminó en la Guerra del Rif (1919-1926), una de las mayores crisis para España, que sufrió derrotas humillantes como la de Annual en 1921. Finalmente, con el apoyo militar de Francia, España logró sofocar el levantamiento, pero a un alto costo político y social
El protectorado español se caracterizó por su precariedad administrativa y económica. Mientras que Francia invertía en infraestructura y control político, las zonas españolas permanecían subdesarrolladas, lo que exacerbó el descontento local. Este desequilibrio entre las dos zonas coloniales sentó las bases para futuros conflictos tras la independencia de Marruecos en 1956, cuando las tensiones por la reunificación del país se hicieron evidentes
El legado colonial: dependencia y reivindicaciones
El sistema de protectorado dejó un legado ambiguo en Marruecos. Por un lado, facilitó ciertas modernizaciones, como la construcción de infraestructuras y la organización administrativa. Sin embargo, también consolidó la dependencia económica y política del país hacia las antiguas potencias coloniales. En España, el protectorado alimentó el militarismo africanista y el mito del "imperio perdido", usado por dictadores como Primo de Rivera y Francisco Franco para justificar sus ambiciones autoritarias.
Para Marruecos, el fin del protectorado en 1956 marcó el inicio de una lucha por la recuperación de su soberanía plena. Sin embargo, las dinámicas de explotación y control instauradas durante la colonización continúan influyendo en las relaciones entre Marruecos, España y Francia hasta el día de hoy. Este tratado, firmado en un contexto de supremacía colonial europea, no solo selló el destino de Marruecos, sino que también mostró las contradicciones y violencias inherentes al imperialismo de principios del siglo XX.
Excelente nota
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