El capitalismo en ruinas: Cómo la crisis de 1929 transformó la Argentina en un campo de batalla económico y social - HISTORIANDOLA

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El capitalismo en ruinas: Cómo la crisis de 1929 transformó la Argentina en un campo de batalla económico y social

De la caída de la demanda externa a la emergente industria nacional: el tortuoso camino del país hacia la autarquía en tiempos de crisis global





La Gran Depresión no solo trastocó el escenario económico mundial, sino que arrastró a la Argentina hacia una encrucijada de profunda transformación y dependencia. En el contexto de una crisis sin precedentes, el país sudamericano vivió un golpe de Estado, un cambio drástico en las políticas económicas y un complejo proceso de industrialización, mientras enfrentaba las demandas de un capitalismo global en decadencia.


La crisis económica mundial desatada por el colapso de la Bolsa de Valores de Nueva York en 1929 no tardó en extender sus tentáculos a América Latina, y la Argentina, con su economía profundamente integrada en el comercio internacional, no fue una excepción. La caída de la demanda externa y la consecuente baja en los precios de las materias primas expusieron la fragilidad de una economía dependiente del mercado internacional y de las inversiones extranjeras. El descalabro económico, exacerbado por la ineficacia del gobierno de Hipólito Yrigoyen para implementar políticas efectivas, se convirtió en un caldo de cultivo para la inestabilidad política que resultó en el golpe de Estado de 1930.


La caída del gobierno radical marcó el inicio de una nueva etapa en la historia argentina, caracterizada por un retorno a la oligarquía conservadora bajo la presidencia de José Félix Uriburu y, posteriormente, Agustín Pedro Justo. Estos gobiernos, a pesar de su adhesión a principios liberales tradicionales, se vieron forzados a adoptar una serie de medidas de intervención estatal para mitigar los efectos de la crisis. Esta contradicción en su postura económica reveló la urgencia de adaptar el modelo liberal a una realidad económica adversa y cambiante.


El impacto de la crisis se hizo sentir en todos los aspectos de la vida económica argentina. La disminución en la demanda externa de productos exportables y el alza de los precios de las importaciones llevaron a una escasez de divisas. A esto se sumó la imposibilidad de obtener nuevos préstamos internacionales debido al colapso global del crédito. La situación se agravó aún más cuando, en 1932, Inglaterra firmó un tratado comercial con sus ex colonias, excluyendo a Argentina de sus preferencias comerciales y acentuando la crisis en el sector agroexportador argentino.


Frente a este panorama desolador, el gobierno argentino se vio obligado a tomar medidas drásticas. A pesar de su aversión teórica a la intervención estatal, la administración conservadora implementó una serie de políticas de control económico. Se aumentaron los impuestos aduaneros y se estableció un riguroso control sobre el uso de divisas. La creación de la Junta Nacional de Granos y la Junta Nacional de Carnes ejemplificó un intento por estabilizar los precios y asegurar un mercado para los productos nacionales que ya no encontraban salida en el exterior.


Además, el Estado impulsó un vasto plan de obras públicas que incluyó la construcción de una extensa red caminera y la creación del Banco Central de la República Argentina. Este nuevo banco, inspirado en el modelo británico, se encargó de regular la circulación monetaria, respaldar a los bancos privados y controlar el valor del peso. La influencia británica en la entidad, con una dirección compartida entre ingleses y argentinos, reflejaba la continua dependencia de Argentina de los intereses extranjeros, a pesar de las medidas de intervención estatal.


Uno de los episodios más significativos de esta época fue la firma del Pacto Roca-Runciman en 1933. En este acuerdo, la Argentina se comprometió a mantener el nivel de exportaciones de carne hacia Inglaterra a cambio de concesiones que beneficiaban a los intereses británicos. El pacto no solo limitó la capacidad del país para negociar términos más favorables en el comercio internacional, sino que también obligó a Argentina a gastar los ingresos obtenidos en la compra de productos manufacturados británicos y a proteger los intereses de las empresas británicas en el país.


A pesar de las aparentes concesiones, la crisis también actuó como catalizador para un proceso de transformación económica interno. La imposibilidad de importar productos industriales debido a la crisis internacional impulsó a empresarios nacionales y extranjeros a invertir en la industrialización del país. Este proceso, conocido como Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), marcó un cambio significativo en la estructura económica argentina. Las nuevas industrias, en su mayoría orientadas a la producción de bienes de consumo no duraderos, comenzaron a sustituir las importaciones y a generar empleo para los migrantes internos que huían de la crisis agropecuaria.


Sin embargo, la industrialización también reveló las limitaciones de la economía argentina. Aunque la industria comenzó a ganar importancia, se centró principalmente en sectores livianos y dependía en gran medida de la importación de maquinarias y herramientas. Esta dependencia y la presencia significativa de capital extranjero en la industria limitaron el potencial de una auténtica integración económica nacional.


El éxodo masivo de trabajadores rurales a las ciudades, en busca de oportunidades en el naciente sector industrial, generó nuevas tensiones sociales. Estos migrantes, provenientes de áreas rurales empobrecidas, se enfrentaron a condiciones de trabajo duras y a una vida en asentamientos precarios conocidos como "villas miseria". La falta de protección estatal y la discriminación social hacia estos nuevos habitantes urbanos marcaron un nuevo capítulo en la historia social de Argentina.


En resumen, la crisis económica global de 1929 desató una serie de transformaciones profundas en Argentina. Desde el colapso del modelo agroexportador hasta el surgimiento de una incipiente industria nacional, el país vivió un período de cambio turbulento. La intervención estatal, la dependencia de acuerdos internacionales y las transformaciones sociales que siguieron a la crisis delinearon un nuevo horizonte económico y social para la Argentina, cuyas repercusiones seguirían resonando en las décadas posteriores.


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