El régimen autoritario y las elecciones fraudulentas de la década de 1930 marcan una era oscura de la historia argentina, destacada por la represión y el control oligárquico - HISTORIANDOLA

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El régimen autoritario y las elecciones fraudulentas de la década de 1930 marcan una era oscura de la historia argentina, destacada por la represión y el control oligárquico

La llamada "década infame" en Argentina, caracterizada por gobiernos de facto, elecciones amañadas y pactos corruptos con potencias extranjeras, representa un período de manipulación política y económica sin precedentes.



La historia argentina ha sido testigo de numerosos momentos de turbulencia y transformación. Uno de los periodos más oscuros y controvertidos es, sin duda, la llamada "década infame", un capítulo marcado por la corrupción, el fraude electoral y la restauración del poder oligárquico. Este período comenzó con el golpe de estado de 1930, liderado por el general José Félix Uriburu, y se extendió hasta 1943, con la deposición del presidente Ramón Castillo. Este artículo explora las dinámicas de poder, las luchas internas y las consecuencias nefastas de una época que dejó cicatrices profundas en la nación.

El golpe de estado de septiembre de 1930, encabezado por el general José Félix Uriburu, marcó el inicio de una era de gobierno autoritario en Argentina. Uriburu, un nacionalista con inclinaciones hacia el corporativismo fascista, tenía como objetivo la creación de un régimen elitista, antidemocrático y anticomunista. Su visión era transformar la estructura política del país mediante la reforma constitucional y la eliminación de los partidos políticos. Sin embargo, su ambición chocó con la oposición de los sectores conservadores tradicionales, liderados por el general Agustín P. Justo.

El enfrentamiento entre estos dos grupos reflejaba una lucha de poder no solo interna, sino también influenciada por las políticas globales de la época. Mientras Uriburu se alineaba con los movimientos totalitarios emergentes en Europa, Justo y sus seguidores mantenían una relación más estrecha con las democracias liberales imperialistas de Estados Unidos y Gran Bretaña. Esta tensión culminó en una victoria para el sector conservador, obligando a Uriburu a convocar elecciones en 1932, un proceso que no representó un retorno a la democracia genuina sino un resurgimiento del control oligárquico mediante el fraude y la represión.


La alianza política conocida como la Concordancia surgió como una coalición de los partidos conservadores tradicionales y los radicales antipersonalistas. Esta coalición, popularmente denominada "el Contubernio", proclamó la candidatura de Agustín P. Justo, quien ganó las elecciones presidenciales de febrero de 1932 en un proceso electoral marcado por la abstención del radicalismo. Este período no significó el establecimiento de un régimen democrático auténtico, sino más bien un retorno al modelo político conservador y oligárquico que había prevalecido entre 1880 y 1916

La Concordancia utilizó métodos tradicionales de control, como el fraude, la corrupción y la represión, para mantener su poder. Aunque la Ley Sáenz Peña establecía el voto secreto y obligatorio, el fraude electoral se convirtió en una práctica sistemática y justificada como una medida patriótica. Los líderes de la oligarquía argumentaban que solo mediante el fraude podían salvar a la patria de las amenazas comunistas y de la incapacidad del pueblo para elegir correctamente a sus representantes. Mientras tanto, la represión se intensificó, con la Legión Cívica persiguiendo y amenazando a opositores, reprimiendo huelgas y protestas sociales.

Uno de los eventos más significativos y controvertidos de este período fue el pacto Roca-Runciman de 1933. Este acuerdo económico entre Argentina y Gran Bretaña aseguraba beneficios arancelarios y fiscales para los británicos a cambio de la continuidad del mercado de carnes. Sin embargo, el pacto también consolidó la dependencia económica de Argentina, convirtiéndola en una especie de neocolonia británica. Este acuerdo favorecía enormemente a los frigoríficos británicos, quienes, a través de prácticas contables fraudulentas, evadían impuestos y maximizaron sus ganancias a costa de la economía argentina.

Las denuncias de corrupción no se hicieron esperar. En 1935, el senador Lisandro de la Torre del Partido Demócrata Progresista reveló en el Congreso una serie de irregularidades en los frigoríficos británicos. De la Torre presentó pruebas de una contabilidad paralela que mostraba enormes beneficios ocultos. Sus acusaciones apuntaban al ministro de Agricultura, Luis Duhau, y al ministro de Hacienda, Federico Pinedo, por encubrimiento. Durante una sesión del Senado en la que De la Torre exponía sus pruebas, su compañero Enzo Bordabehere fue asesinado, un acto destinado a silenciar las críticas y mantener el statu quo.

Roberto M. Ortiz asumió la presidencia en 1937 mediante un proceso electoral igualmente fraudulento. Aunque Ortiz intentó legitimar su gobierno y poner fin al fraude, su mandato fue interrumpido por problemas de salud en 1940. Su vicepresidente, Ramón Castillo, asumió el cargo, representando a los sectores conservadores tradicionales. Castillo continuó con las prácticas de fraude y represión hasta 1943, cuando un nuevo golpe de estado puso fin a la década infame.

De esta manera se puede asegurar que la década infame es un período que resuena en la memoria histórica de Argentina como un tiempo de manipulación política, corrupción y represión. El fraude electoral sistemático, los pactos corruptos con potencias extranjeras y la represión violenta de la oposición marcaron una era en la que la democracia fue suprimida y el poder oligárquico se restauró con fuerza. Este capítulo oscuro de la historia argentina ofrece lecciones sobre los peligros de la corrupción y el autoritarismo, y subraya la importancia de una democracia genuina y transparente.


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