La Segunda Guerra Mundial y su impacto en las posturas políticas de Argentina revelan la lucha entre el nacionalismo autoritario y la defensa de la soberanía popular. - HISTORIANDOLA

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La Segunda Guerra Mundial y su impacto en las posturas políticas de Argentina revelan la lucha entre el nacionalismo autoritario y la defensa de la soberanía popular.

El Nacionalismo Argentino y la Segunda Guerra Mundial: Un Debate de Soberanía y Dependencia




En un contexto de guerra global y crisis económica, Argentina se debate entre el apoyo a los Aliados o la neutralidad, reflejando tensiones internas que van más allá de la contienda internacional y ponen en juego su identidad y futuro político.

En la década de 1930, mientras Europa se sumergía en el abismo del conflicto y el totalitarismo, Argentina enfrentaba sus propias tensiones internas, alimentadas por las influencias externas y los debates sobre su rol en la Segunda Guerra Mundial. La década, marcada por el ascenso del nazismo en Alemania, el fascismo en Italia y el expansionismo japonés, planteó dilemas fundamentales para una nación latinoamericana en busca de su identidad y autonomía. Las posturas divergentes sobre la participación en la guerra no solo reflejaron la influencia de las potencias extranjeras, sino que también revelaron profundas divisiones ideológicas en la política argentina.


La política expansionista del régimen nazi, que culminó en el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939, obligó a muchas naciones a tomar partido. Los países del Eje, liderados por la Alemania nazi, Italia fascista y Japón, se enfrentaron a los Aliados, encabezados por Francia, la Unión Soviética e Inglaterra. En Argentina, este conflicto externo se tradujo en un intenso debate interno sobre el papel del país en la contienda.


Los conservadores liberales argentinos abogaban por el apoyo a los Aliados, principalmente para mantener las relaciones comerciales con Inglaterra, el principal comprador de las materias primas argentinas. Este grupo veía en el apoyo a los Aliados una manera de asegurar la estabilidad económica y preservar los intereses comerciales del país. Por otro lado, los conservadores nacionalistas y una parte considerable del Ejército simpatizaban con los sistemas totalitarios europeos, admirando la disciplina y el orden que estos regímenes representaban.


El nacionalismo conservador en Argentina, representado por figuras en el gobierno, el ejército y el empresariado, defendía un sistema elitista y autoritario. Este grupo, apoyado por escritores como Leopoldo Lugones y Carlos Ibarguren, proponía una sociedad jerárquica dividida entre los que producen y los que dirigen. Según esta visión, la democracia era un sistema ineficaz y los sectores destinados a "producir" no debían "dirigir". En este esquema, el Ejército y la Iglesia tenían roles preponderantes en el control y la conducción espiritual de la Nación, respectivamente. Este orden pretendía eliminar el peligro comunista y los conflictos de clase, garantizando una paz basada en la represión y el control autoritario.


En contraposición, surgió un nacionalismo popular, influenciado por el legado del depuesto presidente Yrigoyen. A mediados de la década de 1930, jóvenes seguidores de Yrigoyen formaron la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), con figuras prominentes como Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz. Este grupo sostenía que la defensa de la Nación debía basarse en la democracia y la justicia social para el pueblo. Para los forjistas, el concepto de "Nación" estaba intrínsecamente ligado al de "pueblo", y los verdaderos enemigos eran la dependencia económica y cultural, el endeudamiento y el subdesarrollo promovido por el capital extranjero y sus aliados en la élite argentina.


En cuanto a la participación argentina en la Segunda Guerra Mundial, los forjistas defendían la neutralidad. Consideraban que Argentina debía mantenerse al margen de un conflicto entre imperios que no le concernía directamente. Para ellos, la guerra era otra manifestación de la lucha por el dominio global entre potencias que solo buscaban repartirse el mundo. La neutralidad, entonces, no era solo una postura política, sino una declaración de independencia y soberanía frente a las presiones externas.


Esta postura de neutralidad estaba en marcada oposición a la de los conservadores liberales, quienes veían en el apoyo a los Aliados una forma de garantizar la continuidad de las relaciones comerciales beneficiosas con Inglaterra. La tensión entre estas posturas reflejaba una lucha más profunda por el futuro de la política argentina: entre un nacionalismo autoritario que buscaba imponer un orden jerárquico y represivo, y un nacionalismo popular que abogaba por la soberanía y la justicia social.


El movimiento FORJA dejó una huella significativa en la historia argentina, no solo por sus ideas y postulados, sino también por su conexión con figuras clave del futuro político del país. Raúl Scalabrini Ortiz, a través de sus investigaciones históricas, identificó a Gran Bretaña como el principal promotor de la dependencia argentina. Su trabajo y el de otros miembros de FORJA influyeron en el desarrollo del pensamiento político nacionalista y en la crítica al imperialismo y la dependencia económica.


Además, la relación de FORJA con el coronel Juan Domingo Perón marcó una transición importante en la política argentina. El peronismo, que emergió como una fuerza dominante en la década de 1940, se nutrió de las ideas de justicia social y soberanía nacional promovidas por FORJA. Este vínculo hizo de FORJA un eslabón crucial entre el yrigoyenismo y el peronismo, consolidando un movimiento nacional que buscaba transformar la estructura social y política del país.


La Segunda Guerra Mundial y los debates internos sobre la participación argentina en el conflicto revelaron más que simples diferencias de opinión sobre política exterior. Expusieron profundas divisiones ideológicas sobre el futuro de la nación, su identidad y su lugar en el mundo. Mientras los conservadores buscaban asegurar sus intereses a través del apoyo a los Aliados, los nacionalistas populares veían en la neutralidad una forma de resistir la dependencia y afirmar la soberanía.


Hoy, las lecciones de esta época resuenan en un contexto contemporáneo donde las luchas por la soberanía, la justicia social y la independencia económica siguen siendo relevantes. La historia de FORJA y su influencia en el peronismo nos recuerda que los debates sobre el futuro de una nación son también debates sobre su identidad y sus valores fundamentales. En tiempos de crisis global, estas lecciones adquieren una nueva urgencia, subrayando la importancia de una política que verdaderamente refleje los intereses y aspiraciones del pueblo.

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