El terremoto económico de 1929 que sacudió a Argentina: De la crisis financiera a la dictadura oligárquica - HISTORIANDOLA

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El terremoto económico de 1929 que sacudió a Argentina: De la crisis financiera a la dictadura oligárquica

Cómo el crack de Wall Street reconfiguró la economía, la política y la sociedad argentina, allanando el camino para la restauración autoritaria y el intervencionismo estatal.



En la Argentina de los años 30, el impacto de la crisis de 1929 en Nueva York se sintió con fuerza, no solo arrasando con el modelo agroexportador y hundiendo al país en una profunda recesión, sino también redefiniendo el rol del Estado, la economía y el sistema político. La dictadura cívico-militar que emergió tras el golpe de 1930 fue apenas el comienzo de un cambio drástico que vería el ascenso del intervencionismo estatal y el colapso del liberalismo clásico.


La historia de Argentina en los años 30 está marcada por una serie de transformaciones profundas, muchas de las cuales pueden rastrearse hasta un evento clave que tuvo lugar al otro lado del Atlántico: la crisis financiera de 1929 en Nueva York. Este colapso, que comenzó con la caída de la bolsa de Wall Street en octubre de ese año, desató una cadena de reacciones en todo el mundo, afectando no solo a la economía estadounidense, sino también a las economías de países tan lejanos como Argentina. La crisis de 1929 fue un punto de inflexión global, y en Argentina, sus consecuencias fueron tan vastas como devastadoras.


Hasta entonces, Argentina había florecido bajo un modelo agroexportador, basado en la exportación de materias primas como carne y cereales. Este modelo había garantizado la estabilidad económica y la prosperidad durante gran parte de las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, la crisis global desatada por el crack bursátil puso en evidencia la fragilidad de esta estructura económica. Con la caída de los precios internacionales de las exportaciones argentinas y la contracción del comercio mundial, la economía nacional entró en una espiral descendente. La recesión que siguió provocó un aumento alarmante de la desocupación y una crisis social sin precedentes.


En este contexto, las clases dominantes de Argentina, que hasta entonces habían confiado en las reglas del liberalismo clásico, comenzaron a cuestionar la viabilidad de un mercado autorregulado. Los principios de laissez-faire que habían guiado la economía nacional demostraron ser insuficientes para enfrentar la magnitud de la crisis. Fue en este clima de desesperanza e incertidumbre que los sectores oligárquicos, temiendo por la estabilidad social y sus propios intereses, optaron por un cambio drástico en la conducción del país.


El golpe militar de 1930, encabezado por José Félix Uriburu, no solo fue un golpe a la democracia, sino que marcó el inicio de una restauración oligárquica y la implementación de un régimen autoritario. Esta dictadura cívico-militar no solo se propuso restaurar el orden y reprimir cualquier tipo de disidencia, sino que también comenzó a redefinir el rol del Estado en la economía. Bajo el mando de los sectores dominantes, el Estado dejó de ser un simple árbitro del mercado para convertirse en un actor protagónico en la reactivación económica. Así, Argentina comenzó a transitar el camino hacia un creciente intervencionismo estatal.


Este cambio no fue exclusivo de Argentina. A nivel mundial, la crisis de 1929 provocó una reconfiguración de las relaciones entre el Estado y el mercado. Las ideas del economista británico John Maynard Keynes comenzaron a ganar terreno, cuestionando la noción de que el mercado podía autorregularse. Según Keynes, la intervención estatal era necesaria para corregir los desequilibrios económicos, proteger a los trabajadores y garantizar la estabilidad social. En Argentina, estas ideas fueron adoptadas, aunque de manera selectiva, por la dictadura de Uriburu y los gobiernos que le sucedieron.


El intervencionismo estatal en Argentina se manifestó de varias formas, desde la regulación del comercio y la industria hasta la creación de políticas de empleo y la implementación de medidas proteccionistas. El objetivo era claro: reactivar la economía y evitar una mayor expansión de las ideas comunistas que, tras la Revolución Rusa de 1917, habían comenzado a ganar adeptos en todo el mundo. Para los sectores dominantes, el comunismo representaba una amenaza directa a su poder y privilegios, y cualquier medida que pudiera contener su avance era bienvenida.


El impacto de la crisis de 1929 y la posterior intervención del Estado en la economía argentina también tuvo profundas repercusiones en el ámbito político e ideológico. Las instituciones liberales, como el parlamento y los partidos políticos, comenzaron a ser vistas con desconfianza y desprecio. En su lugar, cobraron fuerza las teorías autoritarias y corporativistas, que proponían un modelo de sociedad organizada por corporaciones y estamentos, bajo el control de un líder fuerte y centralizado. Esta visión, compartida por líderes como Benito Mussolini en Italia y Adolf Hitler en Alemania, encontró eco en sectores de la élite argentina, que veían en el autoritarismo una solución a los problemas del país.


La crisis económica también exacerbó los nacionalismos y los prejuicios raciales, alimentando tensiones tanto internas como internacionales. Estas tensiones, a su vez, contribuyeron a la desestabilización global que culminó en la Segunda Guerra Mundial. En Argentina, la crisis y sus secuelas sirvieron como catalizador para una serie de cambios estructurales que transformarían el país en las décadas siguientes.


El modelo agroexportador que había dominado la economía argentina durante tanto tiempo nunca se recuperó completamente de la crisis de 1929. En su lugar, el país comenzó a desarrollar una economía más diversificada, con un enfoque en la industrialización y la expansión del mercado interno. Este proceso de industrialización, impulsado en parte por la intervención estatal, sentaría las bases para el desarrollo económico de Argentina en las décadas posteriores, aunque también vendría acompañado de nuevos desafíos y contradicciones.


En última instancia, la crisis de 1929 no solo sacudió la economía mundial, sino que también desencadenó una serie de transformaciones profundas en Argentina. Desde el colapso del modelo agroexportador hasta el ascenso del autoritarismo y el intervencionismo estatal, los efectos de la crisis se sintieron en todos los aspectos de la vida nacional. La Argentina de los años 30 emergió de esta crisis como un país profundamente transformado, con un Estado más fuerte y un sistema político marcado por la tensión entre las fuerzas del cambio y la reacción. El legado de esos años sigue siendo relevante hoy en día, como un recordatorio de cómo las crisis económicas pueden reconfigurar el orden social y político de una nación.

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