El decreto de 1949 que transformó la educación superior en un derecho y sus ecos en la sociedad actual
El 22 de noviembre de 1949, Argentina vivió una transformación histórica que cambiaría para siempre su modelo educativo y social. El decreto 29.337, firmado por el presidente Juan Domingo Perón, eliminó los aranceles universitarios, estableciendo un principio revolucionario: la educación superior como un derecho y no un privilegio. Este hito histórico no solo democratizó el acceso al conocimiento, sino que también sentó las bases de una movilidad social que, hasta ese momento, parecía inalcanzable para la mayoría de los argentinos.
Previo a esta medida, la universidad en Argentina era un ámbito exclusivo para las élites. Las barreras económicas y sociales limitaban la posibilidad de que los hijos de los sectores obreros o rurales accedieran a la educación superior. Con la promulgación del decreto, las universidades dejaron de ser enclaves de privilegio para convertirse en motores de inclusión y desarrollo. Perón lo expresó con claridad: "El auténtico progreso de un pueblo reside en el grado de cultura que alcance cada uno de sus miembros". Bajo esta premisa, la educación universitaria gratuita fue el vehículo para concretar esa aspiración.
La repercusión inmediata fue impresionante: en tan solo una década, la cantidad de estudiantes universitarios se triplicó, alcanzando a sectores históricamente excluidos del sistema educativo. Este crecimiento no solo transformó la vida de miles de familias, sino que también enriqueció a la sociedad en su conjunto al contar con profesionales capacitados provenientes de diversos estratos sociales.
Sin embargo, este avance no estuvo exento de desafíos. Gobiernos posteriores, especialmente aquellos de carácter conservador o dictatorial, intentaron revertir esta política mediante la reintroducción de aranceles o impuestos indirectos. Fue recién en 2015 cuando la Ley de Educación Superior consolidó la gratuidad universitaria al declararla libre de cualquier tipo de tarifa en las universidades públicas, reafirmando el espíritu del decreto de 1949.
En la actualidad, la gratuidad universitaria sigue siendo objeto de debate. Mientras algunos sectores como el conservador con Milei a la cabeza, critican el costo que representa para el Estado, otros destacan su impacto positivo en la construcción de una sociedad más equitativa. Argentina no solo se posiciona como un referente regional en acceso a la educación superior, sino que también se convierte en un destino académico para jóvenes de países vecinos, donde estudiar sigue siendo un lujo reservado para pocos.
En un mundo donde la desigualdad educativa sigue siendo una realidad, el legado de Perón adquiere un valor simbólico y práctico innegable. La gratuidad universitaria no es solo un logro del pasado, sino una herramienta viva que continúa abriendo puertas y derribando barreras. Celebrar este día no es solo recordar una conquista histórica, sino reafirmar el compromiso con una educación que no discrimine por origen ni por recursos.
La historia de la gratuidad universitaria es una muestra contundente de cómo las decisiones políticas pueden moldear el destino de una nación. Es un recordatorio de que, en una sociedad democrática, la educación no puede ser un privilegio de pocos, sino un derecho para todos.
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