A principios de julio de 1914, durante las primeras semanas después del asesinato del heredero al trono austrohúngaro que provocó el inicio de la Primera Guerra Mundial, una nave alemana se enfrentó en solitario a las flotas de Gran Bretaña atacando a los mercantes aliados que surcaban el Océano índico y bombardeando sus bases en tierra. Durante tres meses el crucero Emden sembró el terror en el mar hundiendo o capturando 16 naves hasta que fue destruido por la armada australiana en las islas Cocos.
(Por Francesc Cervera) Al contrario que sus rivales europeos Alemania no poseía un gran imperio colonial. En Asia este se reducía a unas pocas islas y puestos comerciales entre los que destacaba el de Tsingtao en la costa de China. Ese era el hogar del Escuadrón de Asia Oriental, una pequeña flota de buques de guerra alemanes que se hicieron a la mar cuando estalló la Gran Guerra.
Sin efectivos suficientes para oponerse a las inmensas flotas de Japón y Gran Bretaña los alemanes optaron por dedicarse al corso, atacando a los mercantes indefensos y evitando el enfrentamiento directo con el enemigo. Así, mientras la mayoría de naves del Kaiser se dirigían al Pacífico, el crucero Emden, bajo el mando del capitán Karl von Müller, partió hacia la India para asaltar el corazón del Imperio británico.
Müller tomó precauciones para no ser descubierto por el enemigo, añadiendo una tercera chimenea a su nave de manera que se pareciera a un crucero inglés y contratando a una nave carbonera griega que usaría para repostar combustible en alta mar sin pasar por puerto. Cruzando desapercibidamente el archipiélago indonesio, el Emden entró en el golfo de Bengala el 5 de septiembre y empezó a atacar a los desprevenidos mercantes aliados, que poco podían hacer contra un crucero rápido y fuertemente armado. Von Müller hundía las naves aliadas con las que se encontraba o la incorporaba a su flotilla, desembarcando a sus tripulaciones en puertos neutrales o liberándolas bajo palabra.
Tras cosechar sus primeros éxitos en el Índico, el capitán alemán decidió dar un golpe de efecto atacando la base británica de Madrás, donde se abastecían de fuel muchas de las aves de guerra que lo perseguían. Entre las sombras de la noche el Emden entró en el puerto de una de las ciudades más pobladas de la India con sus luces apagadas para no ser detectado. Cuando llegó a 2.700 metros del muelle los reflectores de la nave se encendieron de pronto iluminando seis inmensos depósitos de combustible de la Compañía de Burma, que fueron arrasados en un instante por la potente artillería del crucero alemán.
Con la salida del sol Müller dejó atrás los ardientes restos de la base y se dirigió hacia las Maldivas, las islas bajo dominio británico en las que pudo reponer carbón al no haber llegado allí noticias del estallido de la guerra. Sin embargo la presión de la flota enemiga se empezaba a hacer notar con la captura de sus naves de suministro, de manera que el capitán alemán decidió trasladarse a la península de Malasia antes de que las cosas se pusieran demasiado feas. Dispuesto a golpear antes que sus enemigos von Müller optó por atacar el puerto de Penang, pues sabía que era el fondeadero de naves de guerra aliadas.
En un ataque por sorpresa el Emden entró en el puerto malayo a las cuatro de la madrugada, dirigiéndose directamente contra el crucero Zhemchug, una reliquia de la guerra ruso-japonesa que había sobrevivido milagrosamente a la desastrosa batalla de Tsushima. Los cañones alemanes pronto hicieron blanco en la nave rusa, que torpedeada y machacada por el bombardeo estalló y se hundió ante la atónita mirada de los buques de guerra franceses anclados en el puerto, que intentaban soltar amarras y encender sus calderas a toda prisa.
Tras haber cumplido su misión Müller optó por la prudencia y huyó hacia el mar mientras a su alrededor estallaban los obuses franceses, pero aún tuvo tiempo de aniquilar al destructor Mousquet con una rápida salva antes de desaparecer. Parecía que nada podía parar al Emden, que ahora se lanzó contra las islas Cocos para acabar con una estación de radio vital para la comunicación a través del Índico. El 9 de noviembre los alemanes alcanzaron el archipiélago y destruyeron el puesto de comunicaciones, pero afortunadamente para los británicos la guarnición de la isla había logrado enviar un mensaje de aviso antes de rendirse.
La advertencia fue recibida por el HMAS Sydney, un moderno crucero que escoltaba el primer convoy de tropas australianas y neozelandesas rumbo a la campaña de Galípoli. El Emden era la única nave enemiga que surcaba las aguas, por lo que el buque australiano se dirigió inmediatamente hacia Cocos para destruirla antes de que escapara de nuevo. El pesar debió cundir entre los alemanes al distinguir la inconfundible silueta de la nave australiana en el horizonte. Müller sabía que el Emden era más lento por lo que la huida no era una opción, así que se preparó para una lucha sin cuartel abandonando al grupo de desembarco en tierra.
Presentado su costado al enemigo, fue Müller quien disparó primero, destrozando el sistema de puntería del Sydney con la primera andanada. Sin arredrase el capitán cerró distancias con los alemanes, iniciando un duelo móvil entre cruceros que pasaría a la historia como el bautismo de fuego de la armada australiana. Los alemanes lo intentaron, pero todo su valor y entrenamiento fueron inútiles contra los superiores cañones de 6 pulgadas del buque británico, que tras hora y media de combate convirtieron al Emden en un pecio que apenas se mantenía a flote.
Con la batalla perdida, a un malherido Müller solo le quedaba salvar el honor, por lo que dirigió su nave contra la isla Keeling Norte para impedir que fuera capturada por los australianos. Al cabo de tres meses de navegación el crucero se estrelló contra la rocosa playa de la isla; el terror del Índico había sido finalmente derrotado. Müller y los pocos supervivientes de tan encarnizada lucha se rindieron a los australianos, que se encontraron con una dantesca escena al subir a bordo pues había “sangre, vísceras, carne y uniformes esparcidos por toda la cubierta”, buena muestra de una tenaz resistencia que le había costado la vida a la mitad de la tripulación.
El Sydney partió para reunirse con el convoy que se dirigía a Egipto, dejando a Müller y los suyos en una prisión de Malta. Por su parte los 40 marineros alemanes que se habían quedado en Cocos lograron escapar de los británicos a bordo de un velero capturado con el que alcanzaron la neutral colonia holandesa de Sumatra; allí cogieron un vapor hacia el sur de Arabia para luego atravesar todo Oriente Medio hasta llegar a Estambul, donde finalmente cogieron un tren a casa.
Fuente: https://historia.nationalgeographic.com.es/
No hay comentarios:
Publicar un comentario