Confianza en el Liberalismo y Descontento Obrero: La Evolución de la Política Social en el Siglo XIX - HISTORIANDOLA

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Confianza en el Liberalismo y Descontento Obrero: La Evolución de la Política Social en el Siglo XIX

La confianza en la democracia liberal y el cuestionamiento obrero





A pesar de la amplia difusión de propuestas inspiradas en el socialismo, entre 1850 y 1870 no estalló ninguna revolución en el mundo industrial. En su lugar, unos pocos países experimentaron una extraordinaria transformación y una enorme expansión, lo que hizo que sus políticas económicas se basaran en las industrias, mientras que otros países periféricos pasaron a suministrarles materias primas. Como dice el historiador inglés Eric Hobsbawm: "el mundo se había hecho capitalista", aunque el lugar que obtuvieron los países industrializados en el escenario mundial fue bastante diferente del de los países que dependían de ellos. Aquel espectacular proceso de enriquecimiento material limitó la posibilidad de que se produjeran intentos revolucionarios, aunque no consiguió eliminar los agudos conflictos sociales que generaba el mundo fabril y urbano.


La complejidad creciente del mundo social y político después de 1848 había terminado de convencer a las clases dirigentes de los países europeos y latinoamericanos de la necesidad de mantener el orden político frente a las persistentes demandas sociales y políticas de los partidos y los sindicatos. Para entonces el concepto de democracia remitía a un régimen político representativo basado en la soberanía popular. Durante el siglo XIX la democracia liberal había ganado terreno sobre la tradición política monárquica. Frente a las viejas fórmulas que defendían las jerarquías de nacimiento y de herencia la democracia liberal representó por un buen tiempo solo el gobierno de los propietarios y de los instruidos. Sin embargo, al avanzar el siglo XIX esos criterios selectivos que daban forma a la ciudadanía política fueron cuestionados por varias décadas de luchas políticas. De este modo, muchos gobiernos modificaron las leyes electorales de sus países con el propósito de ampliar la legitimidad y el consenso del régimen político. En casi todos los gobiernos democráticos de entonces hubo una importante reforma política en torno a dos instituciones: el sufragio universal masculino, es decir la eliminación de las restricciones sobre la riqueza o la instrucción que habían primado sobre los varones, y el establecimiento de garantías durante los comicios para evitar las trampas y los procedimientos violentos que habían caracterizado a las elecciones de representantes en el siglo XIX. Como complemento de esta tendencia que democratizaba el régimen político los gobiernos promovieron leyes sociales que rompieran con la antigua idea de que el Estado no debía intervenir en el mercado.


A partir de 1870 el panorama político comenzó a mostrar síntomas novedosos que llamaron la atención de algunos personajes célebres (como intelectuales y políticos destacados) y de miles de personas anónimas. Por un lado, la llamada "cuestión social había cobrado fuerza a partir de la derrota de una revolución social que había tenido lugar en París en 1871 y que halla representado el primer intento de una revolución socialista. En efecto, el protagonismo popular desplegado en las calles de la capital francesa alarmó a las clases dirigentes europeas y americanas a causa de la creciente participación de las masas en el campo político. Por otro lado a partir de entonces el pequeño grupo de países que lideraban  la llamada "segunda revolución industrial" y los países perifericos vinculados con ellos vieron desaparecer la revolución social de sus horizontes inmediatos. De hecho, después de 1870 un fenomenal periodo de crecimiento económico diluyó las pretensiones revolucionarias de acabar con el sistema capitalista. Aquel formidable auge económico mundial determinó la postergación de las ideas radicalizadas en vista de que los beneficios del progreso material podían ser apreciados en muchos lugares. ¿Quién se atrevería a cuestionar, por ejemplo, los beneficios obtenidos por el avance tecnológico en materia de comunicaciones y de transporte?


El problema incidió de manera directa en las reflexiones de los liberales y de los socialistas acerca del futuro del capitalismo y de las naciones. De este modo, liberalismo y socialismo conocieron nuevas modificaciones. De las filas liberales se desprendieron grupos que pretendían aplicar reformas sociales y políticas significativas desde los gobiernos democráticos. Los socialistas también se dividieron en torno a la forma de pensar y llevar a la práctica la sustitución de una sociedad con una economía capitalista por una de tipo socialista. Para algunos ese tránsito debía ser gradual, tenía que concretarse a través de reformas sucesivas y debía preservar la libertad política. Por ese motivo algunos grupos de socialistas decidieron formar parte de lo que llamaban "la política burguesa" a través de la organización de partidos políticos con el fin de competir en las elecciones de representantes; estos grupos esperaban poder impulsar reformas sociales desde el parlamento. Otros grupos socialistas, en cambio, pensaban que los partidos políticos interferian sobre la posibilidad de generar reformas efectivas para los trabajadores y consideraban que las vías ideales para negociar con el Estado eran los sindicatos porque representaban los intereses específicos de los trabajadores. Para otros, el camino al socialismo no se transitaba por esta vía llamada reformista sino por la vía revolucionaria. Así, por ejemplo, los anarquistas pensaban construir una sociedad igualitaria sobre la base de la destrucción del Estado y la eliminación de los burgueses. Con la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Revolución Rusa de 1917 surgieron nuevos debates en las filas del socialismo. Por un lado se hallaban los partidarios de promover reformas sociales graduales manteniendo las libertades políticas y por el otro estaban los que pensaban que el capitalismo sólo podía ser combatido a través de la agitación y la insurrección revolucionaria. Así se perfilaba estas dos vertientes: el socialismo democrático y el socialismo revolucionario marxista.


Bragoni, Beatriz (2004). Historia. El mundo contemporáneo. Siglos XVIII, XIX y XX. Editorial Estrada, pag. 88-89.


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