Durante la década infame, que abarcó los años 1930, la sociedad argentina se encontraba en una situación social compleja. Por un lado, se observaba un creciente proceso de movilización social y lucha por parte de los trabajadores, quienes buscaban mejorar sus condiciones laborales y salariales, así como reivindicar sus derechos. Sin embargo, esta búsqueda de mejoras se encontraba con una fuerte respuesta represiva por parte de la élite política y económica que controlaba el poder del Estado.
En este contexto, también se estaba produciendo una reestructuración en la composición social de la clase obrera urbana. La crisis del modelo agroexportador y el proceso de industrialización en marcha llevaron a la migración de miles de peones rurales hacia las ciudades. Esta migración masiva provocó un aumento significativo de trabajadores nativos en la industria, mientras que la llegada de inmigrantes europeos disminuía considerablemente. En consecuencia, la clase obrera se "argentinizó", pero la falta de protección legal y sindicalización afectaba a la mayoría de los trabajadores, ya que solo el 15% se encontraba sindicalizado.
Los nuevos trabajadores migrantes carecían de derechos laborales básicos, enfrentando jornadas extensas, condiciones de trabajo peligrosas, bajos salarios y la ausencia de asistencia social y médica. Además, tenían dificultades para acceder a viviendas dignas, lo que llevó al surgimiento de asentamientos precarios conocidos como "villas miseria". Incluso los trabajadores inmigrantes o hijos de inmigrantes europeos, que tenían una mayor trayectoria en la industria, también enfrentaban condiciones laborales insatisfactorias. En resumen, tanto los nuevos como los antiguos trabajadores experimentaron explotación laboral y exclusión política durante esta época.
Esta situación generó denuncias y resistencia por parte de partidos políticos como el comunista y el socialista, así como de sindicatos obreros comprometidos con la lucha por los derechos laborales y contra el poder de los grupos dominantes. También despertó preocupación en grupos de clase media que abogaban por un pensamiento nacionalista de orden popular, como FORJA. Estos grupos proponían la independencia económica, la igualdad social y un Estado más intervencionista para impulsar el desarrollo industrial y cortar los lazos de dependencia con el capital extranjero. Estas ideas también encontraron eco en algunos sectores del Ejército.
Finalmente, la década infame llegó a su fin el 4 de junio de 1943, cuando distintos grupos dentro del ejército llevaron a cabo un nuevo golpe de Estado para destituir al presidente Ramón Castillo. Entre los militares que protagonizaron el golpe, destacaba un grupo conocido como GOU (Grupo de Oficiales Unidos) que buscaba implementar políticas nacionalistas y populares para romper la dependencia económica del país y mejorar las condiciones de vida de los sectores populares.
Uno de los integrantes más destacados del GOU era Juan Domingo Perón, quien asumió el Departamento Nacional de Trabajo y lo transformó en la Secretaría de Trabajo y Previsión Social. Desde esta posición, Perón estableció un fuerte vínculo con los trabajadores, escuchándolos y otorgándoles un lugar en el aparato estatal. Se crearon tribunales laborales para atender los problemas de los trabajadores y se buscó equiparar los derechos entre empleadores y empleados.
En conclusión, la década infame estuvo marcada por una situación social compleja en Argentina. Los trabajadores luchaban por mejorar sus condiciones laborales, pero enfrentaban represión y falta de protección legal. La migración masiva y la falta de sindicalización agravaban las condiciones de vida de los trabajadores, tanto los nativos como los inmigrantes. Sin embargo, este contexto sentó las bases para el ascenso de Juan Domingo Perón y el inicio de una nueva etapa en la historia argentina.
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