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El fín del gobierno de Margaret Thatcher

El 28 de noviembre de 1990, Margaret Thatcher, la figura que transformó al Reino Unido con políticas neoliberales, dejó el cargo de Primera Ministra, marcando el fin de una era de turbulencias y profundas reformas.





Tres mandatos, una "revolución" económica y social, y una polarización sin precedentes definieron la administración de Thatcher. Su salida, provocada por conflictos internos y la resistencia pública, dejó una huella imborrable en la historia británica.


El 28 de noviembre de 1990, Margaret Thatcher abandonó oficialmente el cargo de Primera Ministra del Reino Unido. Su partida no solo marcó el fin de una de las eras más polarizadoras en la historia contemporánea británica, sino que también simbolizó el colapso de un modelo político y económico que redefinió la estructura social del país. Aunque dejó el poder como la mandataria con más años en el cargo durante el siglo XX, su salida fue tan controvertida como su llegada.


Thatcher llegó al poder en 1979 en un contexto de crisis económica. Con un discurso ferozmente crítico hacia el consenso político de posguerra, su gobierno implementó una serie de reformas radicales basadas en las ideas del neoliberalismo. Desde el inicio, se autodenominó una líder revolucionaria, alejándose de las políticas tradicionales conservadoras y adoptando una visión de libre mercado inspirada en figuras como Friedrich Hayek y Milton Friedman. Estas ideas no solo transformaron la economía británica, sino que también polarizaron profundamente a su sociedad.


Entre sus logros más significativos estuvo la reducción de la inflación y el fortalecimiento de la economía británica tras años de estancamiento. Sin embargo, esto se consiguió a un costo social altísimo: la desindustrialización devastó comunidades enteras en el norte de Inglaterra y Escocia, el desempleo se disparó, y la desigualdad se amplificó. Su posición combativa frente a los sindicatos, ejemplificada en la huelga minera de 1984-1985, consolidó su imagen de fuerza, pero también la convirtió en una figura odiada por amplios sectores de la clase trabajadora.


El fin de su mandato estuvo marcado por la resistencia popular al impuesto de capitación, conocido como "poll tax". Este impuesto regresivo, que cobraba la misma cantidad a todos los ciudadanos independientemente de su ingreso, provocó protestas masivas en todo el país. En 1990, la manifestación en Trafalgar Square contra el "poll tax" terminó en disturbios, simbolizando el creciente aislamiento de Thatcher incluso dentro de su propio partido. Su actitud intransigente frente a las críticas internas y externas selló su destino político.


El golpe final provino de su propio gabinete. Ante la creciente oposición dentro del Partido Conservador, Thatcher fue forzada a renunciar tras perder el apoyo de figuras clave, como Geoffrey Howe y Michael Heseltine. Esta rebelión interna evidenció no solo el desgaste de su liderazgo, sino también la fractura ideológica que su gobierno había provocado en el partido.


Thatcher dejó el cargo con un legado que sigue siendo objeto de debate. Para algunos, es la salvadora de la economía británica; para otros, es la arquitecta de una sociedad más desigual y polarizada. Su estilo combativo, su política de "no hay alternativa" y su retórica en defensa de los valores tradicionales marcaron un antes y un después en la política mundial, sentando las bases de la era neoliberal global.



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