Milei y su intervención estatal para transferir ingresos de los trabajadores a los empresarios - HISTORIANDOLA

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Milei y su intervención estatal para transferir ingresos de los trabajadores a los empresarios

Para David Ricardo, los salarios no son una cuestión de mérito individual, voluntad política ni moralidad del trabajador. Son el resultado de leyes estructurales del capitalismo. Por eso Ricardo no sermonea a los trabajadores ni promete ascensos sociales automáticos: describe el funcionamiento del sistema tal como es, no como debería ser.





En Principios de Economía Política y Tributación lo formula con una frialdad que incomoda tanto a progresistas ingenuos como a liberales dogmáticos:


“El precio natural del trabajo es aquel que permite a los trabajadores, uno con otro, subsistir y perpetuar su raza sin aumento ni disminución.”


La afirmación es dura, pero precisa. En el largo plazo, los salarios tienden al mínimo de subsistencia, no por vagancia, por organización sindical, ni exceso de derechos, sino por dinámicas internas del capitalismo: competencia entre trabajadores, crecimiento demográfico, acumulación desigual del capital. Ricardo no lo celebra ni lo justifica moralmente; lo señala como un límite estructural del sistema.


Y acá está el punto decisivo que el libertarismo contemporáneo tergiversa (forma linda de decir que mienten): Ricardo no convierte esta ley en un ideal normativo. Nunca dice que los salarios deban caer, ni que el Estado tenga que empujarlos deliberadamente hacia abajo. Muy por el contrario, su análisis sirve para mostrar que el mercado laboral no garantiza bienestar por sí solo y que la distribución del ingreso es un problema económico real, no una obsesión ideológica.


Aquí aparece la ruptura profunda con la praxis del gobierno de Javier Milei. Cuando Milei pisa las paritarias, presiona para que los aumentos salariales queden sistemáticamente por debajo de la inflación, retrasa el salario mínimo y celebra públicamente la caída del salario real como “ancla antiinflacionaria”, no está describiendo una ley económica: está interviniendo activamente para empujar los salarios hacia abajo.


Y esto es clave: esa intervención no es liberal.


Desde el punto de vista del liberalismo clásico —el de Ricardo—, una política liberal no consiste en forzar resultados distributivos, sino en evitar privilegios y manipulaciones selectivas. Ricardo distingue con claridad entre análisis y prescripción. Que algo ocurra estructuralmente no implica que el Estado deba acelerarlo. Convertir una tendencia en política deliberada es otra cosa.


Lo que hace el gobierno de Milei es exactamente eso. No se retira del mercado laboral: interviene selectivamente. Libera precios, tarifas y márgenes empresariales, pero disciplin­a el precio del trabajo. Usa el poder del Estado para que una variable —el salario— funcione como amortiguador del ajuste, mientras otras —ganancias y rentas— quedan protegidas o incluso incentivadas.


Eso no es laissez-faire. Es intervención estatal directa. Y en términos clásicos, es antiliberal. Algo que los cachorros leoninos no pueden ni siquiera salir a debatir por las redes sociales. Autores clásicos como Adam Smith, David Ricardo, Stuart Mill y John Stuart Mill, padres del liberalismo clásico no prometían armonía social. Prometía reglas de juego y asumía que el resultado sería conflictivo, de puja por la distribución de la riqueza.


Un verdadero “dejar hacer” implicaría aceptar que salarios y precios se ajusten de manera simétrica, con conflicto abierto entre clases. El mileísmo no acepta ese conflicto: lo resuelve de antemano a favor del capital, y lo peor de todas las herejías, utilizando al Estado para inclinar la balanza. No es menos Estado; es Estado disciplinador y lo peor de todo es que es el Estado con su mano muy visible la que está interfiriendo en el mercado. No es liberalismo; es distribución regresiva administrada porque está interviniendo para bajar salarios de los trabajadores, proteger las rentas y ganancias de los empresarios y lo hace con la falacia de la neutralidad técnica


La diferencia entre Ricardo y Milei en el tema de los salarios puede formularse de la siguiente manera:

  • Ricardo explica que los salarios tienden al mínimo a pesar del sistema.
  • Milei gobierna para que los salarios caigan gracias al sistema.


Ricardo analiza una trampa estructural del capitalismo. Milei la convierte en programa de gobierno y la presenta como “libertad”. Cuando el salario pierde poder adquisitivo, el problema nunca es la estructura económica ni la distribución del ingreso: siempre es el trabajador, el sindicato o el Estado anterior.


Desde el punto de vista de la economía política clásica, esto no es liberalismo. Es una política deliberada de redistribución regresiva, que utiliza el discurso del mercado para justificar decisiones estatales concretas. Ricardo, lejos de celebrarlo, lo habría reconocido de inmediato: cuando una parte del producto social se reduce por decisión política, otra necesariamente se expande.


Se expande la riqueza de los más ricos y se reduce por decisión del Milei y Caputo lo poco que tiene la supuesta “clase media” y el sector más carenciado de la sociedad.

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