“No vuelven más”: la frase que siempre pierde contra la historia - HISTORIANDOLA

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“No vuelven más”: la frase que siempre pierde contra la historia

Desde 1955 repiten la misma frase con una fe que solo puede sostenerse desde la ignorancia o el deseo: “no vuelven más”. La dijeron cuando bombardearon Plaza de Mayo. La dijeron cuando proscribieron al peronismo durante 18 años. La dijeron mientras fusilaban, torturaban, robaban bebés, censuraban libros y prohibían nombrar a Perón. La dijeron cuando creyeron haber borrado al movimiento del mapa político argentino. Y sin embargo, cada vez que la repitieron, la historia les respondió con el mismo gesto: volvió.





El problema de esa frase no es solo que sea falsa. Es que es ridícula. Porque no resiste ni el menor análisis histórico.


El peronismo no volvió a pesar de la violencia: volvió después de la violencia. Volvió después del terror. Volvió después del intento sistemático de erradicación política más prolongado del siglo XX argentino.


En 1955 no cayó un gobierno: se inauguró un laboratorio de odio. Bombardearon civiles desde el aire en pleno centro de Buenos Aires, asesinaron a más de 300 personas y llamaron a eso “libertad”. Después prohibieron símbolos, canciones, palabras. Decir “Perón” o “Evita” podía costar la cárcel. ¿Resultado? El peronismo se volvió clandestino, subterráneo, pero más profundo.


En 1956 fusilaron militantes y civiles en basurales y cuarteles. Rodolfo Walsh lo documentó con nombre y apellido. “No vuelven más”, decían. En 1973 volvieron con el 62% de los votos.


En 1976 llevaron la represión a un nivel industrial: centros clandestinos, tortura sistemática, desapariciones, apropiación de bebés, exilio, censura total. El objetivo era claro: no solo derrotar al peronismo, sino destruir la idea de que las mayorías podían gobernar. ¿Resultado? En 1983, aun sin Perón vivo, el peronismo seguía siendo la principal identidad política popular del país.


En los 90 anunciaron el “fin de la historia”. Dijeron que el neoliberalismo había enterrado para siempre a las viejas banderas sociales. En 2001, cuando el modelo estalló, los mismos que se burlaban del peronismo pedían gobernabilidad. En 2003 volvió, otra vez, con una forma distinta, porque el peronismo no es un museo: es una identidad en movimiento.


Cada “no vuelven más” parte del mismo error: creer que el peronismo es un partido, una persona o una coyuntura. No entienden que es una respuesta social que aparece cada vez que el país se vuelve invivible para las mayorías.


Por eso vuelve. Porque no lo trae una conspiración, lo trae el hambre. No lo organiza un líder mágico, lo organiza la desigualdad. No lo empuja la nostalgia, lo empuja la realidad.


La frase “no vuelven más” dice más de quien la pronuncia que de aquello que intenta conjurar. Es el deseo impotente de quienes nunca pudieron construir un proyecto de país que incluya a la mayoría sin recurrir al ajuste, la represión o la exclusión.


La historia argentina es brutalmente clara: cada vez que intentaron eliminar al peronismo por la fuerza, por la proscripción o por el mercado, fracasaron. Y no porque el peronismo sea invencible, sino porque expresa una voluntad popular que no se borra con decretos, bombas ni editoriales.


Por eso, después de 70 años, seguir diciendo “no vuelven más” no es una opinión política: es una confesión de ignorancia histórica.


Y la historia, como siempre, se encarga de humillarla.


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