El gobierno quedó atrapado en su dogmatismo: una desregulación total de las cuentas externas que derivó en una cada vez más importante escasez de divisas, a pesar del mega endeudamiento. La negociación por el acuerdo fue llevada a cabo por Nicolás Dujovne, en persona con Christine Lagarde en su reciente visita y fue activada en la tarde de ayer en la reunión del Presidente con sus principales funcionarios.
El problema es de la oferta y también de la demanda. La oferta principal de divisas es la de la producción agropecuaria. Hasta 2015 los exportadores estaban obligados a liquidar sus divisas en 60 días. Así aseguraban un flujo importante de dólares constante, con picos en abril, mayo y junio, luego de la cosecha gruesa. Macri eliminó esa regulación. Hoy el campo no tiene obligación de liquidar divisas y no lo hace.
Por el lado de la demanda, hasta hace dos años existían los encajes, que obstaculizaban la salida de las inversiones especulativas ante una corrida. El que se iba antes del año perdía el 30 por ciento de su capital.
Hoy esas regulaciones no existen. Ante una pequeña suba de la tasa de interés de los Estados Unidos, los capitales huyen y no hay quien venda dólares. Todos compran y el precio sube.
La suba del precio del dólar de la última semana, sumada al tarifazo, le pone un piso a la inflación no menor al 30 por ciento. Con paritarias del 15 por ciento, la caída del salario real será brutal y terminará en recesión y desempleo.
La suba de la tasa de interés al 40 por ciento sumará un factor de recesión brutal que generará más perdidas de empleo.
La solución elegida por el gobierno de acudir al FMI hipoteca el futuro del país, que ahora deberá cumplir sus recetas. Esa sí será una pesada herencia.
Fuente: Roberto Navarro - El Destape
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