"La Revolución y las guerras que se suceden en el curso de este período trajeron aparejados cambios en la vida económica del ex Virreinato mucho más drásticos que los producidos por las reformas borbónicas de fines del período colonial. El impacto de estos cambios en el mundo rural, así como sobre los mercados y flujos comerciales serán abordados en los capítulos 2 y 4. Con los términos "barbarización del estilo político", "militarización" y "ruralización", Tulio Halperin Donghi puso de relieve los efectos de la Revolución y la guerra de la independencia sobre las bases sociales del nuevo poder y el equilibrio social preexistente.
En efecto, en el interior mismo de la elite se observó un avance de la brutalidad en aquellos que participaron de la escuela administrativa y militar del poder revolucionario. Pero el cambio más notable es el que se vinculó al poder cada vez más amplio que la coyuntura guerrera confirió a las autoridades locales -militares, policiales y judiciales- encargadas de canalizar los recursos humanos y económicos de las zonas rurales. Aunque a pesar del ascenso político de caudillos rurales, las modificaciones en el equilibrio del poder fueron más internas que exteriores al grupo dirigente. Así los gobiernos centrales no dejaron de aconsejar a sus delegados en el Interior la necesidad de reducir al mínimo las tensiones sociales con el fin de mantener el equilibrio interno de los sectores altos, preservando la unidad de las familias.
Ahora bien, estas familias integraban sociedades locales que se incorporaron al proceso revolucionario reclamando parte de la soberanía antes depositada en el monarca. Al mismo tiempo, los gobiernos centrales y las asambleas constituyentes promovieron proyectos político-estatales de unidad mayor que no lograron plasmarse. De ahí derivan el carácter provisional que los pueblos acuerdan a los gobiernos centrales y las relaciones, por momentos muy conflictivas, que mantienen con ellos, mientras manifiestan su deseo de unión pero bajo formas que pudieron ir desde la simple alianza y la unión confederal hasta el Estado unitario. Y una prueba más de ello fue el caótico y conflictivo proceso de definición de una identidad colectiva luego de la crisis de la monarquía ibérica y del consiguiente vacío de poder en el que desembocó el Río de la Plata en 1810. La tendencia a definir una identidad política "nacional" coexistió así durante el período con otras que la precedieron: la hispanoamericana y la local. Aquí residiría entonces una de las claves más importantes para entender por qué, desaparecido el poder central en 1820, los esfuerzos de reorganización estatal se concentraron en lo que permanece como el ámbito más real de unidad sociopolítica. Esto es, la ciudad y su jurisdicción, ahora convertidas en provincia soberana, aunque arrastre el nombre de la antigua provincia intendencial."
Goldman, Noemí. Revolución, República, Confederación. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, pág 66-67
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