(Walter Onorato - @WalterOnorato) Hoy les acercamos una historia de amor, muy conocida pero no difundida, que desbordó las convenciones de su época. Nos referimos a Maria Josefa Ezcurra y Manuel Belgrano que compartieron la pasión y el amor en tiempos revolucionarios. Nada menos que la hermana de Encarnacion Ezcurra, la futura esposa de Juan Manuel de Rosas.
Les compartimos esta breve reseña del portal Revisionistas que nos acerca a esta relación secreta para aquellos tiempos pero también a la reflexión sobre una casa: La familia Ezcurra. Se sabe, por las fuentes que llegó a decirse que en la casa de Rosas existía un gobierno paralelo, el de su esposa Doña Encarnación. Cuando Rosas emprende su expedición a territorios de los pueblos originarios fue ella quien tomó decisiones y sostuvo a su esposo informado de todos los detalles políticos en su ausencia.
Su hermana, María Josefa, no tuvo miedo al destino al decidir no escuchar todos los mandatos sociales de la época. Acompañó a Manuel Belgrano en su campaña al Norte cuando se encontraba al frente del Ejército Auxiliar. A su regreso nació el hijo de esta pareja y, para evitar el escándalo de la alta sociedad porteña, Rosas tomó la decisión junto a su esposa de criar al niño como propio.
Si algo queda sobrevolando sobre este relato, es la fuerza de las hermanas Ezcurras para enfrentar la asfixiante sociedad machista de la época.
María Josefa Ezcurra
Nació en Buenos Aires, el 26 de noviembre de 1785. Era hija de Juan Ignacio de Ezcurra y Ayerra, español, y de Teodora de Arguibel y López, de Osornio, porteña. Recibió esmerada educación al lado de sus padres.
En 1803 contrajo matrimonio con un primo suyo venido de España, Juan Esteban de Ezcurra y Madoz, que trajo capital para ejercer el comercio y alcanzó una gran fortuna con negocios de géneros que enviaba al interior, a Bolivia y al Paraguay, donde tenía casa establecida y posesiones. En 1810, disconforme con la política de los patriotas, se retiró del país, radicándose en Cádiz, donde continuó sus negocios, teniendo como corresponsal en esta ciudad a los señores Iturriaga. Posteriormente, en la ciudad mencionada, terminó su vida dejando a su esposa como única y universal heredera, debido a su falta de descendencia.
Manuel Belgrano conoce a María Josefa Ezcurra y se enamoran. Pero por entonces ella ya estaba casada. Años después, cuando su marido la abandona y se radica en Europa, acompañará al ya general Belgrano en su campaña militar como Jefe del Ejército del Norte. Embarazada de Manuel, María resuelve partir a la estancia de unos amigos en Santa Fe, donde el 30 de julio de 1813 nace su hijo Pedro. Poco tiempo después, Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra, hermana de María Josefa, adoptan al pequeño, que pasa a llamarse Pedro Rosas y Belgrano.
Conforme a los datos históricos más aceptables, fue criado por los Ortiz de Rozas y se hizo hombre junto a esta familia. Estanislao S. Zeballos afirma que era “sobrino de don Juan Manuel, y de conocida familia de Buenos Aires”.
Durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, la señora Ezcurra, de quien aquél era cuñado, se mezcló en política.
En 1838, al morir Encarnación, y siendo Manuelita joven, ella quedó bajo su tutela.
Falleció en Buenos Aires, en su casa solariega de la calle Alsina entre Bolívar y Defensa, el 6 de setiembre de 1856, después de larga enfermedad, dejando varios legados.
Su pariente, monseñor Marcos Ezcurra, publicó en La Nación un artículo vindicando su memoria de los ataques que escribió el publicista José Mármol en su novela Amalia.
Su residencia
Estaba ubicada en la calle Alsina Nº 463, y en relación a ella informaba en 1916 la revista Caras y Caretas: “….Excepción hecha de algunos tabiques y cielorrasos, la histórica residencia conserva las características que tenía en los años 1840 al 42 (…) Al recorrer las piezas de puertas chatas y anchas, estos corredores sombríos, acuden a la memoria las sombras inolvidables de la célebre porteña, cabeza del servicio secreto de vigilancia del general Rosas, la criolla vieja y sagaz, de mirada penetrante, que reinaba soberana sobre los pulperos mazorqueros, el servicio doméstico de Buenos Aires, la misma policía oficial.
Aún parece verse la figura de la extraña mujer, despojada por un instante de las sombras sangrientas con la que la revistieron los escritores unitarios, desde Mármol hasta Eduardo Gutiérrez; convertida en uno de los apoyos más firmes de su famoso cuñado, persiguiendo con saña a sus enemigos, tejiendo los complicados hilos de sus intrigas políticas y familiares…
¡Cuántas veces Manuelita Rosas subió por esta ancha escalera de madera del Paraguay, para confesar sus secretas pesadumbres, sus infortunios de amor, su dolor ente los males que no podía remediar, a la enérgica hermana de su madre!
Espuelas mazorqueras y espadas de generales de la Independencia resonaron en estos corredores angostos y obscuros, mientras la ilustre doña María Josefa, desde su salón siempre atestado, extendía su mirada escudriñadora sobre los hogares de Buenos Aires, buscando al enemigo de la Santa Federación…”.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1969).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Caras y Caretas, Nº 1454, Buenos Aires 14 de agosto de 1926
Turone, Gabriel O. – Pedro Rosas y Belgrano (2007).
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