Culmina exitosamente la Segunda Resistencia peronista. Texto de Roberto Perdía - HISTORIANDOLA

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Culmina exitosamente la Segunda Resistencia peronista. Texto de Roberto Perdía



(Roberto Perdía) El período que va del 17 de noviembre de 1972 al 25 de mayo de 1973 (en realidad se extendió hasta el 20 de junio de 1973) es, como se dijo, el de mayor gloria montonera, que impactó a propios y extraños. Se trataba del caso inédito de una guerrillera que exhibía esa vibrante fuerza y voluntad de cambio, dentro de un movimiento de masas de fuerte arraigo popular y mayoritario poder electoral. Esto era aún más llamativo si tenemos en cuenta que la edad de quienes integrábamos sus estructuras de conducción promedio rondaba los 27 años. Algo que fue posible porque, más allá de las dificultades y contradicciones que luego se desarrollarían y profundizarían, se habían llevado adelante políticas correctas y consecuentes. A diferencia del saldo de etapas posteriores, aquí el apoyo popular reconoció la prevalencia de las opciones justas..

Habíamos acertado en esa necesidad de darle mayor nivel organizativo y mayor fuerza y capacidad de acción e impacto a la histórica resistencia peronista. Corrigiendo errores, rompiendo algunas dudas y vacilaciones iniciales que costaron rup- turas y disidencias, habíamos acertado al integrar el peso de la lucha armada en favor de las elecciones con Perón. Con ello contribuimos a derrotar, en la coyuntura, la estrategia «lanussista, ya que el movimiento de masas alcanzara su reivindicación histórica al obtener el retorno de su líder y lograr la victoria electoral.

También habíamos logrado construir, acertadamente, una organización político-militar de algún modo autosuficiente. Política y económicamente, habíamos roto la dependencia que tenía el conjunto del peronismo con el aparato sindical, generando una nueva alternativa política dentro del movimiento.

Se habían canalizado los impulsos y rebeldías juveniles de distintos sectores sociales, confluyendo políticamente en torno a objetivos semejantes. Los villeros, el movimiento agrario, los técnicos e intelectuales, los pobladores de los inquilinatos, los pueblos originarios, los docentes, los estudiantes secundarios y universitarios, eran sectores que, hasta ese momento, estaban muy débilmente expresados dentro del peronismo. Más aún, habían comenzado a abrirse las puertas a la posibilidad de una manifestación propia junto al sindicalismo, los jóvenes y las mu jeres, que eran los agrupamientos tradicionales del movimien to. Con todos ellos dimos contención y cauce a una vocación ética y social, desde una mística de hermandad y solidaridad militante como nunca antes había existido en las agrupaciones políticas. Pero, por encima de todo, existió la entrega y compromiso personal de una franja importante de nuestra generación, apasionada por la justicia y solidaria con los que sufrían. 

Eso es lo que quedará como testimonio para los tiempos futuros. Cuando poco importe si hubo o no lucha armada; cuando las formas organizativas sean una anécdota de escasa importancia; cuando la propia identidad quede superada por el paso del tiempo y otras la sustituyan; cuando pocos recuerden el nombre de sus dirigentes y dejen de ser evocados-por el sistema-como mito negativo, símbolo de horror y muerte; cuando todo eso haya quedado atrás, habrá algo que sobrevivirá. Será la energía emanada de aquella franja generacional que vislumbró, con su práctica, que podía existir un mundo diferente. Aquella fuerza, como tantas otras negadas en su mo- mento histórico, alimentará la lucha de otros jóvenes por un mundo distinto, una ética diferente, unas relaciones sociales, humanas y productivas que responderán a otra lógica.

En las líneas precedentes se desarrollaron, autocríticamente, diversos aspectos de aquella práctica en aquella coyuntura. Se ha dejado para otro momento el análisis de cómo influyó en nuestro propio proceso social y político la acción imperial de aquellos tiempos.

De esta manera culminaba, exitosamente, la Segunda Resistencia. Esta, por cierto que en otro momento, fue distinta, no opuesta sino complementaria de la Primera. La integración en simples y contundentes objetivos comunes de un amplio espectro de sectores sociales, incluyendo a los siempre leales trabajadores y vastos emergentes de las capas medias, fue una de las claves de aquella victoria.

Habían pasado más de dieciocho años de Resistencia. La rebeldía de aquellas mujeres de Villa Manuelita había cuajado en la sociedad. El rudimentario «Perón Vuelve que acompañó las primeras manifestaciones de rebeldía peronista parecía cumplir aquel mandato de Evita y volvía siendo millones». El hecho de haber sido protagonista de la culminación de aquella lucha fue un privilegio, demasiado grande, que nunca podré olvidar. La vivencia de aquellos pocos meses donde viví el retorno de Perón, el festejo multitudinario y el reconocimiento al camino recorrido; el triunfo electoral y las reuniones con el General; compartir con mi compañera el nacimiento de nuestra hija, la asunción de Cámpora y aquella inmensa alegría colectiva, valen... valen por toda una vida.

Perdía, Roberto. Montoneros. El peronismo combatiente en primera persona. Buenos Aires, Planeta, 2013. Pag 207-210

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