(Por Walter Onorato) La búsqueda de una democracia ampliada se logró en nuestro país gracias a las serias amenazas que representaban aquellos movimientos revolucionarios como la Unión Cívica Radical junto con la creciente movilización y protesta de los sectores populares urbanos y rurales.
La clase gobernante en la argentina era la oligarquía conservadora, dueños de los medios de producción y fundamentalmente de los latifundios con los que se habían convertido en "el granero del mundo". Esta se dividió en dos grupos con opiniones muy diferentes sobre cómo debía tratarse el problema de la clase obrera y que respuesta se debía dar desde el gobierno a estos reclamos.
De esta manera nos encontramos con dos grupos bien diferenciados, uno liderado por Roca, que era partidario de mantener el orden vigente y continuar la la dura represión a los trabajadores. En el otro grupo nos encontramos con el presidente Figueroa Alcorta y un número cada vez mayor de integrantes de la elite que se vieron en la necesidad de promover una reforma política con la cual conseguir el establecimiento de un gobierno representativo y que contenga la fuerza de la legitimidad popular, que estos gobiernos carecían.
Este último grupo, que podemos denominar Conservadores Reformistas pensaban que el gobierno no podía seguir apoyándose en una estructura política cerrada y sostenida por la represión. Veían que su posición sería más sólida con el apoyo de un nuevo partido conservador que integrara a los sectores populares.
En medio de estas disputas se llega al año 1910 con el triunfó de la posición reformista que llevó a la presidencia a Roque Sáenz Peña que asumió el 12 de octubre junto con Victorino de la Plaza como vicepresidente. El nuevo presidente le había propuesto a Yrigoyen integrar su gabinete con dos ministros radicales, cosa que el caudillo no aceptó ya que no buscaba ministerios sino comicios honorables. "Si el gobierno nos da garantías concurriremos a las urnas" fue la frase que sentenció Yrigoyen para destrabar el abstencionismo electoral de los radicales.
Sáenz Peña se encontraba enfermo de cáncer y debió delegar el mando en numerosas oportunidades en su vicepresidente, hasta que murió en 1914. Pero su obra más trascendental fue llevada adelante por medio de 3 proyectos de ley que fueron concretadas en Febrero del año 1912 cuando se promulgó la ley 8.871 de Voto universal, secreto y obligatorio que pasó a ser conocida como ley Sáenz Peña.
Como explica la historiadora Teresa Eggers-Brass, en el año 1903 se había aprobado la última ley electoral por la cual se había establecido que podía ser elector todo argentino mayor de 18 años de edad o ciudadano naturalizado que no tuviese incapacidades legales y estuviera inscripto en el Registro Cívico Nacional. De esta manera se implementó por primera vez un padrón permanente que se debía actualizar cada 5 años. El sufragante recibía una libreta con varias hojas en blanco, que era obligatoria y se le requería para poder acceder a empleos públicos.
En cuanto a los distritos electorales, se proclamó el sistema uninominal por medio de la Ley 4.161 que era un nuevo procedimiento electoral para la constitución de los diferentes órganos de gobierno. Consistió en la subdivisión del territorio nacional en 120 circunscripciones electorales votando de este modo sólo un candidato por circunscripción. Gracias a este sistema, por ejemplo, fue electo Alfredo Palacios diputado por La Boca. Esta Ley había sido sancionada el 29 de diciembre de 1902 y promulgada el 7 de enero del siguiente año por el presidente Julio Argentino Roca.
Pero este nuevo modelo electoral trajo el crecimiento del Socialismo que hizo entrar en pánico a los conservadores, por lo cual el presidente Manuel Quintana consideró que este sistema era inconstitucional y la derogó por medio de la Ley 4.578 en el año 1905. En sólo tres elecciones la oligarquía pudo ver como se les escurría el poder entre los dedos por lo que se volvió al sistema de pluralidad de sufragios (cada Distrito presentaba la lista completa de Diputados, Y ganaba la lista que obtuviera mayor cantidad de votos).
Los conservadores buscaban perfeccionar el sistema electoral y obtener la legitimidad popular a través de una ley que introduzca un padrón electoral confeccionado en base a los registros del ejercito militar (recordemos que sólo votaban los varones). Otra propuesta novedosa era que el Poder Judicial Federal sea quien organice y supervise los comicios. Se definen la elección de un sistema basado en la lista incompleta por la cual se le daba un tercio de las bancas a la minoría, siempre que hubiera tenido al menos un 25% de los votos. Lo que significó que la lista ganadora no obtenía todos los cargos, admitiendo en parte al partido que había salido en segundo lugar.
El punto más importante de esta ley era la creación del "sufragante" una nueva categoría a considerar dentro de la sociedad argentina del S.XVIII, tanto patrones, estancieros como obreros y peones pasaban a compartir esta nueva jerarquía social. Hasta entonces la inmensa mayoría del pueblo estaba acostumbrado a que su voluntad no era decisoria para la elección de las autoridades gubernamentales y por eso la gran mayoría no concurría a votar. Ahora el sufragante pasaría a tener la obligación de asistir a los actos comiciales, porque se pensó que el voto optativo o voluntario favorecía a las las oligarquías. La obligatoriedad del voto es garantía de mayor democracia ya que tal como ocurre en nuestros días, los partidos o candidatos con considerables medios económicos pueden movilizar mayor cantidad de votantes.
Concretamente la oligarquía conservadora pensó que con esta ley el radicalismo al obtener una minoría, se integraría al gobierno y dejaría de ser una molestia con sus revoluciones. Nunca pensaron que sus opositores ganarían las elecciones. Pero como dice el historiador británico David Rock “la confianza depositada por la élite en el nuevo sistema era fortalecida por el hecho de que la ley Sáenz Peña no constituía un procedimiento verdaderamente democrático. Sólo concedía el sufragio a los argentinos nativos y el grueso de la clase Obrera eran extranjeros [...] "
"En la práctica daba participación en el gobierno a los radicales y a las clases medias, Pero los inmigrantes y obreros quedaban tan fuera del sistema como antes en relación con los obreros, el propósito fundamental era permitir un desarrollo limitado del partido socialista en Buenos Aires para que actuarán como válvula de escape de las demandas obreras, a fin de reducir el atractivo del anarquismo."
"Pero los reformadores no sé mostraron en absoluto dispuestos a renunciar a los métodos de control obrero que habían venido empleando desde comienzo de siglo, como la ley de tampoco adoptado ninguna medida que facilitará la naturalización de los inmigrantes. La ley Sáenz Peña apenas abrió el sistema político a los grupos de propietarios nativos de clase media y a La minoría de trabajadores que eran oriundos del país."
El historiador inglés concluye diciendo que "el nuevo sistema constituía una concesión mínima tendiente a restaurar la estabilidad política y a resguardar los intereses de la élite. Fue por parte de la clase gobernante, una retirada estratégica.”
Para finalizar podemos agregar lo que expresa Roberto Cortés Conde, en su obra la República conservadora: "la impresión que dejaron los primeros experimentos con la nueva ley electoral, Indicaba que se había ido demasiado lejos." Agregando que "el padrón que comprendía efectivamente a toda la población, más que el secreto del voto, significaba que había que aceptar lo que no se podía predecir. Lo impredecible era la reacción de una masa que se desconocía totalmente y con la que no se habían establecido canales de comunicación o control en los 40 años de Solitario dominio.”
Para finalizar podemos agregar lo que expresa Roberto Cortés Conde, en su obra la República conservadora: "la impresión que dejaron los primeros experimentos con la nueva ley electoral, Indicaba que se había ido demasiado lejos." Agregando que "el padrón que comprendía efectivamente a toda la población, más que el secreto del voto, significaba que había que aceptar lo que no se podía predecir. Lo impredecible era la reacción de una masa que se desconocía totalmente y con la que no se habían establecido canales de comunicación o control en los 40 años de Solitario dominio.”
Bibliografía
Gallo, Ezequiel y Cortés Conde, Roberto. Argentina: La República conservadora. Buenos Aires: Paidós, 1972.
Eggers Brass, Teresa. Historia argentina: una mirada crítica. 1° ed. Ituzaingó: Maipue, 2006.
Eggers Brass, Teresa. Historia argentina: una mirada crítica. 1° ed. Ituzaingó: Maipue, 2006.
Rock, David. El radicalismo argentino 1890-1930.Realidad nacional y americana. Editorial Amorrortu, 2010.